En estas fechas la mayoría de deportes, ya sea a nivel profesional o amateur, están gozando de unos días libres, inmersos en las vacaciones de navidad.
Las vacaciones suelen ser un espacio de inversión en uno mismo, de relaciones sociales y, por encima de todo, de desconexión de la rutina (deportiva, laboral o ambas en el caso del deporte profesional). Este tiempo de desconexión es necesario y saludable, incluso puede ayudar ante la fatiga mental por una situación muy concreta.
Exigencias de la competición, expectativas no cumplidas y, por encima de cualquier otro aspecto, la realidad que nos ha dejado el coronavirus.
Cualquier otro año podríamos afrontar estas fiestas con un manual de supervivencia casi innato, donde las tradiciones mandan y las relaciones sociales son numerosas. Así, la desconexión del contexto deportivo era sencilla y casi obligada por la propia naturaleza de las celebraciones. Pero, ¿en el contexto actual tenemos las mismas necesidades?
Personalmente opino que, aunque las necesidades pueden ser muy similares, las restricciones van a hacer que no las podamos satisfacer de la misma manera. Probablemente nuestro círculo de contactos se verá reducido, algunas familias no podrán estar con sus seres queridos y algunas tradiciones se verán afectadas.
En este contexto el equipo (deportistas y/o staff técnico) cobra especial importancia y, sobre todo en el deporte formativo, puede ser una oportunidad espectacular para que el entrenador o entrenadora busque fortalecer o modificar ciertas dinámicas relacionales dentro del propio conjunto.
Si eres entrenador o entrenadora de deporte base te animo a que no vivas estas fiestas como un paréntesis temporal en tu equipo. Tienes el poder de plantear acciones o dinámicas que ayuden a los niños y niñas de tu equipo a, simplemente, mantener el contacto en un año dónde, seguramente, su deporte ha sufrido unos cambios espectaculares (en muchos casos llevando meses sin competir con otros equipos y con múltiples cambios en el modo de entrenar).
Tampoco es necesario plantear actividades diarias, pero sí que es interesante hacer, por ejemplo, un encuentro en estas fiestas para, de forma más o menos lúdica, plantear objetivos individuales y de equipo de cara a lo que resta de temporada.
Si, en tu caso, diriges deportistas que ya han acabado su etapa formativa, quizás no estén dispuestos a dedicar parte de su tiempo de ocio a una actividad de este tipo (aunque, si lo que se plantea es útil, todo es proponerlo) pero eso no quiere decir que no podamos y debamos invertir en el plano más relacional de nuestro equipo, ya sea de forma colectiva o individual.
El deportista agradecerá que el entrenador o entrenadora (o cualquier integrante del cuerpo técnico) se interese por él o ella en un momento tan convulso como este, dónde probablemente, y como comentábamos antes, su realidad festiva diferirá mucho de años anteriores.
En resumen, y como aspecto más importante del artículo, planteamos que la gestión de estas vacaciones se adecue al contexto que vivimos, con sus necesidades particulares. Las acciones que proponemos pueden surgir de forma natural, pero si ese no fuese el caso, tenemos ante nosotros una oportunidad de oro para hacer que los integrantes de nuestro equipo compartan algo más que una camiseta o un escudo. El equipo puede ser una red de apoyo para el deportista, y si aún no la es, tenemos el poder para fomentarla.
¡Que tengáis unas fiestas cargadas de deporte, psicología y salud!